El documento *El paradigma de la guerra en el siglo XX: ¿instrumento de cambio?* revela cómo el siglo XX, marcado por la transición de un sistema multipolar a uno bipolar post-Segunda Guerra Mundial, ha sido profundamente afectado por las dinámicas de la Guerra Fría. Esta era caracterizada por las tensiones entre las superpotencias, que se manifestaron a través de conflictos en terceros países, moldeó la política y la estabilidad de diversas regiones, fomentando una carrera armamentista que promovió la innovación tecnológica y militar. A su vez, estas tensiones fueron catalizadoras en la formación de la Unión Europea y otras alianzas políticas, destinadas a contrarrestar el dominio estadounidense y gestionar tensiones internas, evidenciando cómo las presiones geopolíticas pueden incentivar la integración regional.
Además, el documento destaca un cambio en la percepción y naturaleza del conflicto después de 1945, donde aunque las guerras interestatales disminuyeron, la naturaleza del conflicto se adaptó a formas nuevas como las guerras internas y asimétricas. Estos conflictos continuaron siendo fundamentales en la política internacional, reflejando la persistencia de la guerra como un medio crucial para la reestructuración política y social. Tal instrumentalización de la guerra ha impulsado cambios significativos, promoviendo a veces un mayor orden y estabilidad bajo nuevas estructuras de poder, y evidenciando una interdependencia entre el desarrollo militar y económico. Esto subraya que, a pesar de los avances hacia un mundo globalizado, la guerra sigue siendo un factor determinante en las relaciones internacionales y en la estructura global del poder. Tal y como vimos en la clase pasada, el hombre por naturaleza está predestinado al conflicto.
En Centroamérica, la influencia de las dinámicas globales descritas ha sido particularmente palpable, especialmente durante la Guerra Fría, cuando la región se convirtió en un escenario clave para los conflictos entre las superpotencias. Esta intervención exacerbó las tensiones locales, alimentó conflictos internos y desestabilizó gobiernos, dejando un legado de inestabilidad política y desafíos socioeconómicos que persisten hasta la fecha. Además, la militarización y la influencia política externa han afectado profundamente el desarrollo político y económico de la región, a menudo priorizando la seguridad sobre la democracia y el desarrollo humano. Esta historia refleja cómo las políticas globales pueden tener repercusiones duraderas en la estructura social y política de regiones enteras, influyendo en su trayectoria de desarrollo y en las perspectivas de paz y estabilidad a largo plazo.
Alberto Alonzo