Gestión corporativa y nueva gestión pública y privada (XIII)

¿Desde nuestra perspectiva y retomando la afirmación del Dr. Vargas, estamos actualmente con la capacidad desde la gestión pública de nuestras instituciones de asumir nuevos retos, de cara a los cambios futuros?
Como se indica en la lectura para hacer frente a los cambios futuros se requiere de la capacidad de previsión y anticipación de eventos, de la mano a la innovación y agilidad de adaptación a las situaciones, si consideramos estos puntos clave como necesarios podrías afirmar que la gestión pública actual, al menos en Costa Rica, no podría asumir nuevos retos, si bien existe la promesa de la transformación digital y de la simplificación de trámites, y si consideremos que la pandemia obligo aún más a la digitalización, la realidad es que actualmente somos más reactivos a la situaciones y seguimos operando a métodos más cortoplacistas y reaccionando más al hoy; sé que las instituciones tienen planes a prevista de futuro, pero si lo trasladamos a la situación actual, con las herramientas digitales institucionales actuales no vamos a poder dar frente a un salto tecnológico como el necesario para lograr lo planteado en la lectura, algo tan importante como el compartir información de manera interinstitucional o simplificar el poder a tomadores de decisiones rápidos, puntos que se deben atender si queremos poder analizar verdaderamente los datos previsorios de situaciones futuras.

Se traducen esos nuevos enfoques en la satisfacción de las necesidades reales de las y los habitantes en la calle?
Sin poder hacer un análisis de los diferentes instituciones estatales, que se lograra hasta que se pueda compartir información, y se determinen los riesgos y falencias actuales, los enfoques no traducen las necesidades de la población y probablemente no tendrán un enfoque de calidad real necesario para la satisfacción de sus necesidad o previsión de estas a futuro.

El cambio siempre es la ley y es constante. Nos encontramos en tiempos cuya velocidad de los cambios suele ser mucho más rápidos de los que podemos explicar, la capacidad de calibrar constantemente las administraciones publicas como sus interdependencias, requiere de nuevas formas de gestionar los asuntos públicos. La gestión pública siempre está evolucionando a los cambios de paradigma y evolución con respeto a los avances tecnológicos.
Las necesidades de la población incrementan y la responsabilidad de las instituciones del gobierno en proveer los servicios a la ciudadanía es primordial. La gestión de lo publico se encuentra en contextos complejos y complicados, Vargas, J. 2024. Es primordial tener las capacidades institucionales, liderazgo transformacional, agilidad, y la adaptabilidad al cambio.
Los ciclos de elecciones de cuatro o cinco años son un factor clave en los planes inefectivos de los gobiernos. Los gobiernos adolecen de una miopía genética su forma de entender y actuar en los asuntos públicos. No hay procesos de obtener resultados concretos porque las instituciones públicas están en un proceso constante de cambio de liderazgo político y sin tener el apoyo para la innovación y transformación institucional.
El cortoplacismo vino y se quedó no solo en las administraciones públicas, sino también en el sector privado, un espejismo de la comodidad del hoy. Las directivas de las empresas han perdido el interés al largo plazo, para asegurarse las ganancias del hoy sin riesgo alguno, al igual que el interés de los fondos de inversión en mantener en cartera las acciones que tiene en un momento dado -respondiendo a esta lógica de pequeños pasos en tiempos cortos- (Phelps, 2017, pág. 430)
No estamos actualmente con la capacidad desde la gestión pública en nuestras instituciones de asumir nuevos retos de cara a los cambios futuros. No hay inversión en la capacidad y talento humano en la gestión del cambio, inteligencia artificial, gestión e innovación de procesos. La institución publicas siguen haciendo los mismo de hace veinte años con los procesos manuales. Por ejemplo, la digitalización de los servicios a la ciudadanía no está ocurriendo a los avances tecnológicos. Hay un déficit en las instituciones y en el talento humano por razones de la adaptabilidad, liderazgo agile, compromiso y transformación adecuada a la cuarta revolución industrial.

Es primordial introducir nuevos paradigmas de comprensión y de acción en lo público, y para ello necesitamos de las capacidades institucionales adecuadas, del aprendizaje de nuevas formas de entender y hacer las políticas públicas, así como de un proceso permanente de transferencia y de habilidades técnico-políticas para el ejercicio del gobierno, Vargas J. 2024.
Es necesario concebir narrativas solidas que contribuyan en la dirección de fortalecer instituciones estratégicas, aprender a canalizar la gestión emocional de una sociedad para aumentar la credibilidad de la gestión publica y la confianza un proyecto futuro para el bienestar de la población.
Las personas en la calle notan la incapacidad del gobierno para conducir y coordinar la acción colectiva hacia niveles razonables de integración, igualdad, protección y seguridad social. Varias de las respuestas de gobierno son infectivas resultan en riesgos de gobernabilidad por defectos de información, equivocaciones analíticas o de comunicación y fallas operativas de gestión y de liderazgo. Por ejemplo, las metas de desarrollo sostenible no se están cumpliendo, las personas en las calles están sin trabajo, la pobreza incrementa, la alimentación es escaso, y l confianza en el gobierno en solucionar sus problemas esta bajo.
La política transmite la imagen de estar privada de la posibilidad de decidir cómo debe gobernarla.
El Estado, la unidad de acción política por excelencia, aparece sujeto a los constreñimientos que
le imponen otros Estados, los “mercados”, o todo un conjunto de imperativos sistémicos sobre los
que ya no tiene control (Vallespín, 2020). Esta externalidad y por medio de la globalización, sujeta a los países a cambiar sus leyes y normas para cumplir con requisitos internacionales. Esto implica que los países no son realmente en control de la gestión publica en totalidad.
De acuerdo con el autor, Vargas J.2024, la gestión pública requiere:
(i ) sustituir estructuras jerárquicas, rígidas y engorrosas por modelos descentralizados;
(ii) un aumento de autonomía de los gestores públicos;
(iii) tener nuevos enfoques institucional basado en criterios de objetivos de ejecución;
(iv) Inversión en el talento humano y nuevas tecnologías, la digitalización de procesos; y
(v) Mayor sensibilización entre las administraciones como hacia la sociedad, objetivos estratégico y mapeo de oportunidades por resultado.
La gestión pública requiere ir más allá de una serie de ritos institucionales o incluso de una vocación, si no requiere de sistemas complejos de información para asegurar la toma de decisiones basadas en evidencia; y la formulación de modelos de acciones futuras y acciones derivadas.

Desde mi perspectiva como gestora de calidad con 14 años de experiencia en distintas instituciones públicas, la capacidad de estas instituciones para asumir nuevos retos depende en gran medida de diversos factores específicos a cada organización. No se puede medir a todas las instituciones por igual, ya que cada una tiene sus propias particularidades que afectan su resiliencia, agilidad y capacidad de continuidad en los negocios. Estos factores incluyen:

-Un liderazgo efectivo y visionario es crucial para guiar a la institución en tiempos de cambio y para fomentar una cultura de adaptación y mejora continua.
- Instituciones con un fuerte enfoque en las necesidades y expectativas de los ciudadanos tienden a ser más receptivas y adaptativas a los cambios.
-Un sistema de control interno bien desarrollado y maduro permite una mejor gestión de riesgos y una mayor capacidad de respuesta ante imprevistos.
-La implementación de sistemas de gestión de calidad, basados en normas ISO, ayuda a estandarizar procesos, mejorar la eficiencia y fomentar una cultura de mejora continua, en lugar de una cultura meramente de cumplimiento.
-La naturaleza del servicio y que tan politizada este su alta dirección, la relación entre lo político y lo técnico, en los servicios ofrecidos puede influir significativamente, instituciones que operan de manera más técnica y menos politizada suelen estar mejor preparadas para enfrentar cambios, debido a una mayor estabilidad y enfoque en la eficiencia y efectividad.
-Las instituciones que invierten en tecnología están mejor equipadas para adaptarse a los cambios.

Aunque muchas instituciones públicas, por no decir la mayoria todavía tienen importantes áreas de mejora para estar preparadas para asumir nuevos retos, la clave está en fortalecer sus capacidades institucionales. Esto se logra a través de una capacitación continua, la adopción de tecnologías innovadoras, la implementación de sistemas de gestión de calidad robustos y la promoción de la participación ciudadana y la transparencia. En resumen, sí, algunas instituciones cuentan con la capacidad para asumir nuevos retos de cara a los cambios futuros, pero esto depende de varios factores internos y específicos a cada organización. Las instituciones que se enfoquen en estos aspectos estarán mejor preparadas para satisfacer las necesidades de los habitantes y enfrentar los desafíos emergentes.

En el contexto de la gestión pública y bajo la lente de la obra "Gobernar en tiempos de incertidumbre" de Vargas y Ramírez (2020), se plantea una reflexión crítica sobre la capacidad actual de nuestras instituciones para enfrentar y adaptarse a los desafíos emergentes. La afirmación del Dr. Vargas sugiere que estamos en un punto de inflexión donde la capacidad de asumir nuevos retos es crucial para el progreso y bienestar colectivo.

La gestión pública, tradicionalmente caracterizada por su estructura burocrática y procedimientos estandarizados, se encuentra ahora ante la necesidad de evolucionar y adoptar enfoques más ágiles y flexibles. Esta transformación es imperativa para responder efectivamente a las dinámicas cambiantes socioeconómicas y políticas que definen nuestra era. La pregunta central es si las instituciones públicas pueden trascender sus limitaciones históricas y reconfigurarse para satisfacer las demandas contemporáneas de la sociedad.

La capacidad de adaptación y la adopción de nuevos paradigmas en la gestión pública no solo son deseables sino necesarios para abordar los retos futuros. Estos desafíos incluyen, pero no se limitan a, la globalización, el cambio climático, la transformación digital, y las crecientes expectativas de transparencia y participación ciudadana. En este sentido, la gestión pública debe ser proactiva y no reactiva, anticipando los cambios y preparándose para ellos con políticas y estrategias innovadoras.

La satisfacción de las necesidades reales de los ciudadanos en la calle se convierte en el barómetro del éxito de estos nuevos enfoques. No basta con la implementación de políticas; estas deben traducirse en resultados tangibles que mejoren la calidad de vida de la población. La eficacia de la gestión pública se mide en su capacidad para servir al pueblo, y esto requiere un compromiso genuino con la escucha y la inclusión de las voces de todos los sectores de la sociedad.

En conclusión, la obra de Vargas y Ramírez nos invita a considerar la gestión pública no como un fin en sí misma, sino como un medio para alcanzar un fin mayor: el bienestar colectivo. Estamos, por tanto, ante la necesidad de repensar y rediseñar nuestras instituciones con valentía y visión de futuro, asegurando que estén equipadas para asumir los nuevos retos y convertir los cambios futuros en oportunidades para todos.

Vargas y Ramírez, llegan al punto incluso de pensar que para identificar las causas de los desaciertos en la forma de gobernanza actual, los encargados de tal labor, deben retroceder y preguntarse ¿qué es la gestión pública?, pues al citar a (Sloterdijk, 2014) quien de manera cruda expone que el ejercicio del gobierno se ha reducido a un "servicio de averías", que de acuerdo a mi interpretación y en sentido figurativo es que, su operatización se reduce a hacer remiendos, poner cubetas para las goteras y a esconder la suciedad bajo la alfombra; reflejo de sus propias incapacidades y visiones cortoplacistas, que les impiden responder con acciones sustanciales.

Recientemente leí a un columnista del Diario El Universal, Noel Álvarez, define “Procastinación política: aplazar los asuntos pendientes que benefician a un país por intereses personales de los bandos enfrentados, o dejar para mañana lo que podrías hacer hoy”, definición que armoniza con la segunda reflexión de Vargas y Ramírez, quienes afirman que, las respuestas del gobierno a las demandas sociales insatisfechas no son tareas postergables. Para ello, destacan la necesidad de que las administraciones públicas contribuyan a de-construir y re-construir sus procesos de actuación, dilucidar sobre sus capacidades en la en la implementación de políticas, y a comprender un complejo andamiaje de relaciones interinstitucionales.

En el planteamiento de ¿Cómo se puede hacer mejor? los autores concientizan que lograr las mejoras implica todo un reto, pues el Estado debe adoptar posiciones firmes, pero no duras, para lograr las transformaciones deseadas; realizar un salto hacia un gobierno digital en el que la innovación institucional sea el motor del progreso social; y se reitera la necesidad de recobrar la confianza de la sociedad, en lo público.

Actualmente los países asumen desde diferentes perspectivas la definición de gestión, con miras en el futuro y el asumir retos de gestión pública. Tal como lo refiere el autor, los gobiernos deben de resolver de forma constante los dilemas presentes y futuros, en contextos complejos y efectos inciertos a nivel nacional e internacional, donde se generen respuestas que requieren además ser adoptadas en un tiempo inmediato.

Debe existir una solidez de nuestros sistemas para contener y resistir los efectos tanto positivos como negativos que se generen producto de esa gobernanza, así como, la flexibilidad para su atención con enfoques de naturaleza multidisciplinarios y transdisciplinarios, con conocimiento científico y especializado, donde se integren las tecnologías y los sistemas complejos, hasta donde la gobernanza lo permita.

Es necesario generar políticas y estrategias nacionales, como aquellas derivadas de interconexiones globales, donde trascienda la administración de los asuntos públicos, con vocación predictiva, imaginación creativa y generación de acciones disruptivas capaces de adecuarnos a estos entornos cambiantes.

Las alianzas público-privadas deben ser valoradas como una forma de potenciar la gobernanza, como parte de los determinantes para modelar y alcanzar los proyectos futuros compartidos. Con esta acción se puede reforzar para que las estrategias y políticas tengan mayor potencial de decisión positiva y sostenible hacia la modernización y la reforma de la ingeniería institucional.

Esas realidades concretas están muy relacionadas a problemáticas de tipo global como las migraciones masivas, los conflictos armados, el cambio climático, las hambrunas y las nuevas posibles pandemias, todo dentro del esquema de adaptación que la administración pública deberá considerar, donde exista el acceso amplio e irrestricto al conocimiento que permitan prever, predecir y proyectar las necesidades, limitaciones y posibilidades de lo público.

Para enfrentar los desafíos del mañana, como para reconocer las oportunidades emergentes,
requerimos mayor inteligencia estratégica en el diseño y funcionamiento del Estado; es decir, la capacidad de explorar las evoluciones posibles de nuestro medio ambiente estratégico, pero también de la sociedad en contextos locales, nacionales, regionales y globales, y en donde nuestros gobiernos son responsables. El cambio cultural requiere ser estructural, pues cuando tenemos esa visión del mañana reconocemos que los procesos electorales ya no solo son cuestiones de simpatías, preferencias o votos castigo, implica también la posibilidad de condenar o asegurar un mejor futuro para los habitantes, como para las próximas generaciones.

Desde el inicio de la historia, la humanidad ha estado expuesta al cambio el mismo que es inherente a los procesos evolutivos que han acompañado al ser humano en su día a día; siendo este el punto de partida el aspecto esencial de comprender como la persona, la familia, las sociedades y países reaccionan a esos sucesos; y es en ese contexto que los gobiernos tienen la obligación de conocer esa capacidad de adaptación para lograr a través del estado la transformación social, política y económica en un país.

Actualmente los gobiernos se enfrentan cada vez a nuevos retos de una forma acelerada, los cuales en su gran mayoría no permiten realizar una función pública eficiente traduciéndose esto en una mala ejecución de las políticas públicas.
Gobernar en tiempos de incertidumbre (Jean-Paul Vargas, Mauricio Ramirez Nuñez, edición 185, mayo 2020) es muy explícito y hace referencia en la importancia de apostar por un aprendizaje acelerado, ya que el mismo es producto de los vientos de cambio; lamentablemente los planes estratégicos de gobiernos, nos han demostrado la ejecución de objetivos cortoplacistas los cuales a su vez agudizan aún más la incertidumbre, la falta de solventar planes propósitos y un poco o nula planificación a futuro.

 
En nuestra región los estados, desde sus gobernanzas en mi opinión desde la gestión publica tienen poca o nula capacidad de asumir nuevos retos; ejecutar los planes estratégicos de país continúan siendo un poco más de lo “mismo”, lamentablemente la política partidaria ha tratado históricamente beneficiar a grupos con intereses particulares (cuota/deuda política) la cual continúa siendo un obstáculo para los verdaderos cambios (reformas) para el futuro.

La falta de identificación, seguimiento y planteamiento de propuestas reales a la problemática social común, son el reflejo de la incapacidad institucional, falta de competencias técnicas, negligencia de los funcionarios y la falta del engranaje del estado como unidad, son las restricciones que se convierten en los elementos determinantes en una encrucijada que se vuelve un círculo vicioso para un funcional modelo de gestión del cambio, en caminado a satisfacer las necesidades mínimas y básicas reales de los habitantes.

En el contexto de los cambios acelerados y complejidades crecientes, la gestión pública enfrenta desafíos significativos. Retomando la afirmación de Vargas y Ramírez (2020) sobre la necesidad de capacidades institucionales adecuadas y el aprendizaje de nuevas formas de hacer políticas públicas, definitivamente las instituciones públicas deben ser ágiles, eficientes y flexibles, preparadas para adaptarse y liderar transformaciones en un entorno de cambios rápidos y constantes. Los autores resaltan que es necesario analizar la gestión pública desde la perspectiva de sistemas complejos y contextos de incertidumbre. Las instituciones deben cuestionar sus posturas y prejuicios tradicionales, adoptando enfoques teóricos sólidos y transformadores. Esto requiere una capacidad institucional robusta para manejar la complejidad y la incertidumbre, implementando políticas públicas flexibles y adaptables.

Asimismo, el uso de tecnologías emergentes, inteligencia artificial y análisis de datos es fundamental para mejorar la eficiencia de la administración pública. La incorporación de sistemas digitales y plataformas colaborativas permite una gestión pública más eficaz y cercana a las necesidades de la sociedad. Además, la innovación y la imaginación en el ejercicio del gobierno son cruciales para enfrentar las tareas pendientes y evitar el cortoplacismo, proponiendo soluciones disruptivas.

No obstante, una gestión pública efectiva debe fomentar una participación ciudadana activa, no solo en consultas, sino también para la formulación de políticas públicas y programas. La capacidad institucional para integrar la voz de la ciudadanía en la toma de decisiones fortalece la legitimidad y la confianza en el gobierno. La transparencia en la administración pública es fundamental para mantener la confianza de la sociedad. Así también, el proceso de evaluación constante y el aprendizaje de experiencias pasadas son esenciales para mejorar la gestión pública. Las instituciones deben desarrollar mecanismos de seguimiento y evaluación efectivos que permitan ajustar las políticas y programas en función de sus resultados, asegurando con ello, que las políticas públicas se adapten y mejoren con el tiempo. La evaluación de impacto es crucial para comprender si los nuevos enfoques están logrando resultados positivos.

El éxito de los nuevos enfoques en la gestión pública debe medirse en términos de mejora real en la calidad de vida de los ciudadanos. Esto incluye el acceso a educación, atención médica, seguridad, empleo y servicios básicos. Las políticas públicas deben ser sensibles a las necesidades cambiantes de la población y trabajar en colaboración con diversos actores para lograr un impacto significativo.
La gestión pública, por su parte, al canalizar adecuadamente las demandas sociales, mejora la confianza y legitimidad del gobierno. Las respuestas a las demandas sociales no deben postergarse, ya que; las demoras pueden dar lugar a conflictos futuros. La capacidad institucional y la transparencia en la toma de decisiones son fundamentales para mantener la confianza de la ciudadanía.

Es por ello por lo que, la gestión pública debe anticipar y prepararse para enfrentar crisis potenciales mediante una comprensión amplia y prospectiva de las transformaciones sociopolíticas. Las políticas públicas flexibles y adaptadas a las mega tendencias que son esenciales para prevenir crisis y abordar problemas complejos de manera efectiva.

Tomando en consideración todo lo anterior, la capacidad de las instituciones de gestión pública para asumir nuevos retos y enfrentar los cambios futuros depende de su capacidad institucional, adopción de tecnologías emergentes, participación ciudadana efectiva y evaluación continua. Estos enfoques deben traducirse en mejoras tangibles en la calidad de vida de los ciudadanos, aumentando la confianza y legitimidad del gobierno y preparándose para crisis futuras. La gestión pública debe ser un proceso constante de adaptación y visión a largo plazo, con un enfoque disruptivo e imaginativo para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Por loque, aún hace falta fortalecer estas capacidades en la mayoría de las instituciones públicas para lograr adaptarse a los cambios futuros y asumir nuevos retos, como brindar valor público a los bienes y servicios que presta a la ciudadanía, que es a quien se debe.

Es importante recordar que la capacidad de gestión pública implica no solo la adopción de nuevos enfoques y estrategias, sino también la implementación efectiva de políticas que respondan a las demandas que dia a dia se presentan en los paises. A medida que los cambios futuros presentan retos cada vez más complejos, nuestras instituciones deben mostrar una flexibilidad y adaptabilidad que permitan anticiparse a estos cambios, garantizando así un servicio público eficiente y efectivo.

Sin embargo, la verdadera prueba de esta capacidad de gestión radica en la percepción y satisfacción de las necesidades reales de la población. La implementación de nuevos enfoques debe traducirse directamente en beneficios tangibles para los ciudadanos, reflejándose en una mejora palpable en su calidad de vida. Es imperativo que las políticas públicas no solo sean innovadoras al momento de escribirlas, sino también eficaces en su ejecución, asegurando que las personas sientan y reconozcan estos avances en su día a día. Solo así podremos afirmar que estamos preparados desde la gestión pública para asumir los retos del futuro con éxito. Es muy común que los gobiernos presentan politicas al parecer novedosas pero al momento de analizarlas se demuestra que no estan centradas en las personas sino que a intereses de un grupo de poder especifico.

La capacidad de las instituciones públicas para asumir nuevos retos en la gestión pública depende de su adaptabilidad, flexibilidad, y de la formación continua de su personal. Es fundamental promover una cultura organizacional que favorezca la innovación, la participación ciudadana y la transparencia. Además, la incorporación de tecnologías emergentes puede transformar la gestión pública, pero requiere una infraestructura adecuada y personal capacitado. Estos elementos son esenciales para implementar políticas públicas que respondan de manera efectiva a los desafíos emergentes y a las necesidades de la población.

Para traducir los nuevos enfoques en la satisfacción de las necesidades reales de los ciudadanos, es crucial que las políticas sean relevantes y contextualizadas según las necesidades específicas de las comunidades locales. Implementar mecanismos de evaluación continua y retroalimentación asegura que las políticas permanezcan alineadas con las necesidades reales. Además, establecer indicadores claros que permitan medir el impacto tangible de las políticas en la vida de las personas es esencial para evaluar su éxito. En resumen, la clave está en fomentar una cultura de innovación, participación ciudadana y evaluación continua para asegurar que las políticas públicas no solo respondan a los desafíos actuales, sino que también anticipen y se adapten a los futuros.

La Administración Pública está conformada por todas las Instituciones del sector público, las cuales realizan diversas actividades, de acuerdo con su mandato institucional, en el ejercicio de la función administrativa, para satisfacer las necesidades de interés público y lograr los fines del Estado.

En ese sentido, cada una de estas instituciones dirige sus esfuerzos sobre una población o actividad en específico. Sin embargo, el común denominador en todas, es que sus procedimientos administrativos y financieros están regulados por una misma normativa legal; la cual está supeditada a procesos de auditorías por una institución autónoma.

Al respecto, considero que, independientemente del tipo de liderazgos o buenos técnicos que hayan dentro de las instituciones, sino existe una verdadera innovación y restructura en la normativa legal, que responda a los avances tecnológicos de la nueva era, es poco probable que se puedan asumir los nuevos retos.

Asimismo, es importante mencionar que, la administración pública se encuentra trabajando en un desfase cronológico, la cual se traduce en la aplicación de procedimientos burocráticos, repetitivos y en papel, de cara a la era de la inteligencia artificial.

Por otro lado, cabe resaltar que, este tipo de innovaciones pueden responder a un grupo de la sociedad y puede excluir a otro grupo tales como las generaciones consideradas Baby boomers, Generación X, incluso aquellas personas pertenecientes a la Generación Y o Millenials, que no han tenido acceso a la tecnología.

Por lo que, aplicar esos nuevos enfoques y satisfacer las necesidades de la población debe considerarse como un proceso sistemático y evolutivo, el cual se alcanzará por medio de la aplicación de políticas públicas que se integren al contexto de la población.

De la misma manera en qué no debemos preguntarnos si habrá o no otra calamidad como la pandemia, sino cuando será ésta; así mismo no debemos preguntarnos de manera categórica si están o no nuestras instituciones preparadas para enfrentar los desastres, sino en qué estado se encuentran y como avanzan para enfrentar decisiones en tiempos de incertidumbre.

En tal sentido, los responsables de la gestión deberíamos preguntarnos si hemos hecho, de cara a la planificación, las preguntas adecuadas respecto a nuestro actuar; segundo, si estamos desafiando y avanzando en sobreponernos a una visión del corto plazo que privilegia la entrega de productos y no de resultados para el bienestar de la población; y sí, estamos buscando de manera deliberada las herramientas, técnicas, ideas y marcos conceptuales que nos permitan responder de manera rápida en tiempos de crisis para el bien de las y los ciudadanos.

Preparase para un gestión que responda de manera eficiente y eficaz ante la crisis implica -no como fin sino como medio- cambiar el paradigma de la planificación a corto plazo, mejorar los procesos, así como asimilar y aprender el uso de tecnologías y sistemas de información que permitan problematizar escenarios y tomar decisiones al respecto en función del mayor bienestar de las y los ciudadanos.

No se trata pues de ser tajantes negando la incapacidad de la actual gestión institucional para enfrentar cambios inesperados y bruscos; sino, en identificar (y planificar) estrategias viables, transversales y flexibles que permitan la adaptación, cooperación y intercambio (es decir, el trabajo multisectorial) de los actores y las instituciones responsables de la gestión pública; es decir, de las y los responsables de brindar respuesta a las necesidades de los ciudadanos, especialmente en tiempos de crisis.
Finalmente, según el autor, para acelerar los cambios necesarios en gestión que permitan responder a contextos complejos, es menester "Instituciones sólida pero sensibles a las realidades internas de los grupos sociales que se encuentran en desventaja respecto a otros con mayores facilidades económicas, en la que los funcionarios cuenten con la adecuada preparación profesional y humana para tratar con calidad y eficiencia sus demandas, que gestionen haciendo uso de la tecnología y brinden respuestas en poco tiempo" (Vargas y otros, 2020)

Es decir, la ciudadanía debe ser partícipe de estos esfuerzos.

En conclusión, es crucial cambiar la perspectiva de simplemente cuestionar si habrá otra crisis hacia prepararse activamente para cuándo ocurrirá. Del mismo modo, la gestión pública debe orientarse no solo a evaluar el estado actual de las instituciones frente a desastres, sino a avanzar en la formulación de preguntas estratégicas y en la superación de enfoques de corto plazo. Esto implica adoptar herramientas tecnológicas, mejorar procesos y fomentar una colaboración efectiva entre sectores, asegurando así una respuesta ágil y efectiva que atienda las necesidades de todos los ciudadanos, especialmente los más vulnerables.

La asunción de nuevos retos y la gestión de cambios futuros por parte de las instituciones estatales requiere la articulación de múltiples esfuerzos entre los que, imprescindiblemente, figura el contar con los recursos financieros, tecnológicos y el talento humano necesario para tal efecto, esto es, para planificar, implementar y evaluar las medidas que permitan la adaptación del estado a los cambios que se susciten y la continuidad en la atención de las necesidades colectivas. Sin embargo, como bien lo destacan los autores, no basta con tener los elementos materiales y humanos antes indicados, pues un aspecto que no debe soslayarse es la voluntad política para atender los cambios que se presenten. Si los servidores públicos y principalmente los funcionarios se cierran al aprendizaje bajo la excusa que "las cosas siempre se han hecho así" y ello ha resultado funcional, el resultado será una resistencia a la aprehensión de nuevos conocimientos y técnicas que permitan gestionar en forma eficiente los cambios futuros.

En ese sentido, la profesionalización y constante capacitación de las personas que desempeñan funciones públicas se instaura como una piedra angular en el tópico de la gestión del cambio. En otros términos, tan necesario es contar con los recursos como con los conocimientos y la voluntad necesaria para implementar todas las medidas que permitan asumir nuevos retos.

Por ejemplo, en El Salvador el uso de las tecnologías como mecanismo de prestación de servicios, atención de solicitudes e interacción con los ciudadanos ha sido muy lento y no se ha asumido de manera uniforme por todas las instituciones. No fue sino hasta las cuarentenas determinadas a partir del Covid-19 que se advirtió la imperiosa necesidad de implementar tecnologías para la interacción instituciones-ciudadanos. Es ostensible la falta de interés y voluntad de algunos actores en la modernización de las instituciones y los servicios, generando una heterogeneidad en el uso de la tecnología. De hecho, mientras algunas entidades han implementado ventanillas virtuales, pagos en línea, atención virtual, bots, etc., otras exigen el apersonamiento presencial en sus instalaciones, lo que significa una carga para los ciudadanos. Si no ha sido posible asumir la necesidad del uso de las tecnologías ¿cómo podrían atenderse nuevos cambios?

En suma, la capacidad institucional para asumir nuevos retos se encuentra supeditada a los factores antes enunciados, principalmente a la voluntad de los funcionarios de turno que lideran cada una de ellas.