¿Estamos actualmente con la capacidad desde la gestión pública de nuestras instituciones de asumir nuevos retos, de cara a los cambios futuros?
¿Se traducen esos nuevos enfoques en la satisfacción de las necesidades reales de las y los habitantes en la calle?
De la misma manera en qué no debemos preguntarnos si habrá o no otra calamidad como la pandemia, sino cuando será ésta; así mismo no debemos preguntarnos de manera categórica si están o no nuestras instituciones preparadas para enfrentar los desastres, sino en qué estado se encuentran y como avanzan para enfrentar decisiones en tiempos de incertidumbre.
En tal sentido, los responsables de la gestión deberíamos preguntarnos si hemos hecho, de cara a la planificación, las preguntas adecuadas respecto a nuestro actuar; segundo, si estamos desafiando y avanzando en sobreponernos a una visión del corto plazo que privilegia la entrega de productos y no de resultados para el bienestar de la población; y sí, estamos buscando de manera deliberada las herramientas, técnicas, ideas y marcos conceptuales que nos permitan responder de manera rápida en tiempos de crisis para el bien de las y los ciudadanos.
Preparase para un gestión que responda de manera eficiente y eficaz ante la crisis implica -no como fin sino como medio- cambiar el paradigma de la planificación a corto plazo, mejorar los procesos, así como asimilar y aprender el uso de tecnologías y sistemas de información que permitan problematizar escenarios y tomar decisiones al respecto en función del mayor bienestar de las y los ciudadanos.
No se trata pues de ser tajantes negando la incapacidad de la actual gestión institucional para enfrentar cambios inesperados y bruscos; sino, en identificar (y planificar) estrategias viables, transversales y flexibles que permitan la adaptación, cooperación y intercambio (es decir, el trabajo multisectorial) de los actores y las instituciones responsables de la gestión pública; es decir, de las y los responsables de brindar respuesta a las necesidades de los ciudadanos, especialmente en tiempos de crisis.
Finalmente, según el autor, para acelerar los cambios necesarios en gestión que permitan responder a contextos complejos, es menester "Instituciones sólida pero sensibles a las realidades internas de los grupos sociales que se encuentran en desventaja respecto a otros con mayores facilidades económicas, en la que los funcionarios cuenten con la adecuada preparación profesional y humana para tratar con calidad y eficiencia sus demandas, que gestionen haciendo uso de la tecnología y brinden respuestas en poco tiempo" (Vargas y otros, 2020)
Es decir, la ciudadanía debe ser partícipe de estos esfuerzos.
En conclusión, es crucial cambiar la perspectiva de simplemente cuestionar si habrá otra crisis hacia prepararse activamente para cuándo ocurrirá. Del mismo modo, la gestión pública debe orientarse no solo a evaluar el estado actual de las instituciones frente a desastres, sino a avanzar en la formulación de preguntas estratégicas y en la superación de enfoques de corto plazo. Esto implica adoptar herramientas tecnológicas, mejorar procesos y fomentar una colaboración efectiva entre sectores, asegurando así una respuesta ágil y efectiva que atienda las necesidades de todos los ciudadanos, especialmente los más vulnerables.