El cambio climático es un fenómeno que tiene efectos negativos en diferentes ámbitos de las economías y de la vida de la población, en especial de las más vulnerables. Los desafíos ambientales a los que se enfrentan los países aumentan en gran medida la necesidad de transitar hacia una economía verde y sostenible.
Los países alrededor del mundo ya han comenzado a brindarle mayor atención y acción al tema del cambio climático debido a su relevancia para la vida cotidiana y las economías, a través de acuerdos globales. Los Gobiernos, las ONG, los reguladores financieros y demás instituciones tanto nacionales como supranacionales conscientes de las implicaciones del cambio climático para la estabilidad economía, financiera y de desarrollo integral de los seres humanos también han reconocido la necesidad de cooperar para poder abordar este importante reto.
Tal y como lo destaca Brotons et al. (2009), la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto son los instrumentos internacionales más importantes para hacer frente al calentamiento global. La cooperación de todos los países, necesaria para la protección de los bienes comunes ambientales, se hace más acuciante cuando se trata de luchar contra el cambio climático. Ello se explica por las consecuencias globales que acarrea un incremento en la temperatura del planeta, y porque sus más terribles efectos se proyectarán sobre los países y las personas que menos contribuyeron a crear dicha situación. De ahí que la aplicación de los principios ambientales de precaución y responsabilidades comunes, pero diferenciadas, tenga un papel destacado en la regulación internacional sobre cambio climático.
En los últimos años el marco internacional referente al cambio climático se ha ampliado, pero no así los compromisos de los países más avanzados que aún siguen protegiendo los intereses de grandes trasnacionales. Esta situación se puede ver reflejada en el desarrollo de las reuniones de COP, una de las últimas ha sido la COP27 dónde se tuvo una de las discusiones más largas en la historia de estas reuniones y si bien se alcanzaron importantes acuerdos, aún quedaron varios pendientes por resolver.
Entre los acuerdos pendientes podemos destacar la gran preocupación que genera el incumplimiento de los compromisos previos. Entre estos, se encuentra el objetivo establecido durante el año 2009 que buscaba para el 2020 que los países más ricos movilizaran anualmente US$100,000 millones, con el propósito de financiar las medidas de adaptación y mitigación del cambio climático en los países más pobres. Hasta la fecha, no se ha definido una hoja de ruta clara para responder a dicho objetivo, por lo que en esta versión de la COP se ha instado a los países desarrollados a cumplir con este compromiso, además de pedir a los bancos multilaterales de desarrollo y a las instituciones financieras internacionales que faciliten el financiamiento climático.
Por otra parte, esta cumbre terminó sin un consenso respecto a la reducción de emisiones y la eliminación progresiva de todos los combustibles fósiles, como se había discutido en la COP26 de Glasgow. La descarbonización, así como la inversión y uso de energías renovables, son la clave para hacer frente a las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo de los países con gran consumo de energía.
Vemos pues que elementos claves para el desarrollo humano y la protección del medio ambiente siguen sin tener la importancia que merece, convirtiéndose muchas veces el tiempo en el mayor enemigo, ya que cuando se tomen las acciones y se haga justicia muchos elementos del medio ambiente no tendrán vuelta atrás y de igual manera la calidad de vida de los seres humanos. Esta situación ocurre no porque falten elementos del derecho internacional para sentar una clara posición sino muchas veces debido a que se interponen los intereses de los grandes lo que hace retardar las soluciones y generar más daño sobre todo para las poblaciones más vulnerables por lo que si bien estos acuerdos o convenciones representan un avance muchas veces solo se vuelven paliativos cerrando así los ojos a problemas reales y urgentes.
Referencias bibliográficas
Brotons, A. R., & Egea, R. M. F. (Eds.). (2009). El cambio climático en el derecho internacional y comunitario. Fundación BBVA.