Bajo el entendido de un contexto globalizado, el primer beneficio que veo de la evaluación de la conformidad es la inserción del país, de un sector o de una empresa dentro del mercado globalizado, adecuando sus productos para cumplir con los estándares internacionales y apoyados por la confianza que proviene también de lo que pueda ofrecer la infraestructura de calidad del país. Esto abre puertas en el mercado al poder demostrar competencias suficientes para competir y de alguna manera asegurando la satisfacción y protección del consumidor.
Ahora bien, a pesar de saber que los procesos de evaluación de la conformidad deben velar por el cumplimiento de las normas y regulaciones asociadas a un producto, estos no deben convertirse en un fin en si mismos, por el contrario, deben mantener claro su objetivo de favorecer a los consumidores que podrán ejercer su derecho de comprar productos a partir de la información que pueden obtener previo a la compra y elegir según sean sus expectativas y aspiraciones de calidad.
Mantener esta claridad depende también de las capacidades y sincronización del sistema nacional de la calidad del país, tanto en el tratamiento de las importaciones como exportaciones. La eficiencia y eficacia del sistema como tal, la infraestructura que la compone, hará que las cadenas de valor se vean beneficiadas de su actuar. Deberá contemplar ejecutar la evaluación simplificando -en la medida de lo posible- los procesos, de manera tal que la obtención del estatus de estar conformes a las normas no sea un obstáculo y ayude a la reducción de costos.