Las organizaciones que prestan servicios de salud deben tener una estructura flexible, de manera que permita esa adaptabilidad al cambio constante; tanto a los cambios en la demanda de cantidad y calidad de los servicios, como en el trato a un paciente cada vez más ‘informado’ de los posibles afecciones, diagnósticos y tratamientos que debería – o no - recibir. Para ello, en mi opinión, toda la organización debe funcionar como un engranaje perfecto, compuesto por múltiples condiciones o principios que deben estar presentes. Entre los principales, además de un enfoque en el paciente y en resultados diagnósticos eficaces y efectivos; una estructura plana u horizontal, la innovación, mejora continua y desarrollo de personal son elementos claves.
El involucrar una cultura y clima organizacional con metas y objetivos claros arraigados en el personal, así como reconocimiento y capacitación continúa son esenciales para fomentar un mejor trabajo en equipo con los objetivos alineados hacia la eficiencia y eficacia, y una mayor satisfacción profesional para el personal. En resumen, una organización de salud flexible y adaptativa no solo responde mejor a las necesidades cambiantes del entorno, sino que también optimiza la atención al paciente y promueve un ambiente laboral más satisfactorio y colaborativo.