La lectura del documento realizado por el grupo 2, sobre el gasto en salud, resalta la necesidad urgente de mejorar la inversión en este sector de manera general en los países de América Latina. Es alarmante ver que, a pesar del aumento en el gasto público, muchos países aún no alcanzan el objetivo del 6% del PIB, lo que pone en evidencia disparidades económicas que afectan la salud de la población. Sin embargo, en Costa Rica sí se han realizado esfuerzos en este sentido y se han obtenido muy buenos resultados, por ejemplo, en los indicadores de esperanza de vida al nacer y de mortalidad infantil, que entre el 2000 y el 2019, pasó de 10.2 a 8.25 por 1000 nacidos vivos, lo cual implicó una reducción de 19.1%.
Un punto clave que lleva a la reflexión es la relación directa entre el gasto en salud y los indicadores de bienestar, "el gasto en salud es un buen indicador de la calidad de vida y crecimiento económico de una nación", es decir, que a mayor inversión en bienes médicos, cobertura de seguros médicos y administración de la salud, incluyendo infraestructura médica, dará como resultado un mejoramiento en las condiciones de vida y en los estándares de esperanza de vida al nacer y de mortalidad materna e infantil.
Cada país prioriza su inversión en salud y esto tiene un impacto en la vida de sus ciudadanos, por lo que es necesario que existan políticas de salud enfocadas al aumento en gasto de salud, pero también velar porque estas sean efectivas y eficaces, con indicadores que permitan evaluar la calidad. En términos de calidad, podemos mencionar que se deben mejorar los servicios de atención, pues una atención deficiente también genera insatisfacción entre los usuarios. La calidad de la atención debe ir de la mano con el gasto, siendo fundamental crear indicadores que permitan evaluar y mejorar continuamente los servicios de salud, esto permitirá evitar costes de mala calidad, ya que, al no ofrecer los servicios de salud efectivos, se afecta directamente a la población, no logrando los objetivos de mejora en la esperanza de vida al nacer, en la mortalidad materna y neonatal, y en general en la calidad de vida de los ciudadanos.
Por último, hay que destacar que es imperativo que se reconozca la salud como una inversión que propiciará un desarrollo económico y social sostenible, así como, una mejor calidad de vida para todos. Destinando fondos para recursos médicos como tecnología de salud, medicamentos necesarios, insumos, infraestructura, velando porque estos procesos sean transparentes.